¿Qué tiene Francisco?

¿Qué tiene Francisco?

(fuente: RCC-Chachapoyas)

Francisco de Asís fue diácono. Por humildad se negó a ser sacerdote.

Fundó las órdenes franciscanas de frailes y de monjas.

Revolucionó y sigue revolviendo el mundo.

¿Cómo empezó todo?

Como joven inquieto y de corazón insaciable entró en el ejército popular de Asís para luchar contra la vecina Perugia.

Los de Asís fueron derrotados y Francisco fue hecho prisionero.

Un año de cárcel gastó su salud. Pagaron el rescate y fue liberado.

Guardó cama una larga temporada. Sintió un vacío que nada ni nadie podía colmar.

En Francisco vuelve a surgir el deseo de ir a la guerra, uniéndose a las milicias del ejército pontificio.

Cuando iba de camino, una voz interior le dijo: “¿a quién hay que servir primero, al Señor o al siervo?”.

Francisco regresó a Asís.

Más tarde, él mismo escribió:

“El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este modo a hacer penitencia; pues como estaba en pecado, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos; pero el mismo Señor me llevó entre ellos y practiqué con ellos la misericordia.

Al separarme de ellos lo que me parecía amargo, se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo. Después de un poco de tiempo, salí del mundo”.

El beso a un leproso renovó a Francisco.

Era el año 1205.

Después de un largo periodo de oración buscando la voluntad de Dios, sintió de nuevo la voz interior que le decía, cuando oraba en la ermita de San Damián: “Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala”.

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Francisco lo entiende a la letra y restaura la vieja ermita. Pero, en realidad, desde aquel momento lo que empieza a hacer, con su palabra y con su vida, es renovar la Iglesia de Jesús.

Poco tiempo después, Francisco asistía a la Santa Misa en la Iglesia de Santa María de los Ángeles. Allí oyó leer el evangelio del envío que Jesús hizo a los setenta y dos discípulos.

Su biógrafo dice que, terminada la Misa, pidió humildemente al sacerdote que le explicase el evangelio. Al oír Francisco que los discípulos de Cristo no debían poseer ni oro ni plata ni dinero; ni llevar para el camino alforja ni bolsa, ni pan, ni tener calzado, ni dos túnicas, sino predicar el Reino de Dios y la penitencia, al instante, saltando de gozo, lleno del Espíritu del Señor, exclamó:

“Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo de mi corazón anhelo poner en práctica”.

De esta manera, San Francisco, se enamoró de la pobreza y la humildad de nuestro Señor Jesucristo y comenzó a reunir primero hombres y luego mujeres que se abrieran del todo a la verdadera pobreza evangélica.

Francisco se fue el 3 de octubre de 1226.

A los suyos les dejó estas prescripciones:

- “Para que siempre, sometidos y sujetos a los pies de la misma Santa Iglesia, firmes en la fe católica, observemos la pobreza y la humildad y el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo que firmemente prometimos”.

- “Que no haya en el mundo un hermano que, habiendo pecado todo lo que pudiera pecar, se aleje jamás de ti, después de haber visto tus ojos, sin tu misericordia, si es que busca la misericordia. Y, si no buscara la misericordia, pregúntale tú si la quiere. Y si mil veces volviera a pecar ante tus ojos, ámalo más que a mí”.

- “Exhorto a mis hermanos a que, cuando van por el mundo no litiguen, no se enfrenten a nadie de palabra, ni juzguen a otros, sino que sean apacibles, pacíficos y mesurados, mansos y humildes…”

Yo entiendo que Francisco, con su ejemplo y exigencia atrajera miles de hombres y mujeres en pos de sí, para que sean fieles a Jesús. Pero, no entiendo que a través de los siglos sigan a Francisco creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos, católicos y protestantes.

No entiendo por qué el Papa pudo reunir a los representantes de las religiones más conocidas del mundo para pedir la paz junto a Francisco.

El gran historiador Joseph Lorz dijo que “Francisco es un misterio” y yo no me atreveré a desvelarlo.

Sólo sé que Francisco se enamoró de Dios y fue fiel hasta la muerte.

José Ignacio Alemany Grau, Obispo